viernes, 2 de octubre de 2009

Presagios de muerte y Esperanza

Buenos Presagios. Flora Ovares Ramírez

Bajo el título de Presagios de muerte y esperanza, nace esta breve antología de quince cuentos, casi todos fruto del trabajo del taller literario de la Asociación cultural el guapinol. La introducción que los acompaña, escrita por el compilador Danilo Pérez Zumbado, explica la labor del taller e indica los criterios de selección y agrupación de los cuentos. Cada uno de los ellos viene precedido por un comentario de los aspectos de mayor interés sobre éste y la obra del autor en general, así como por una breve nota biográfica, elaborados cuidadosamente también por el señor Pérez.

En términos generales, los cuentos están bien escritos y cumplen con los requisitos de este género literario. Se nota que están escritos con cuidado, aunque en algunos casos he indicado erratas o errores de redacción, sobre todo en el uso de las mayúsculas y el tratamiento (uso del tú, del vos o del usted). Pero el conjunto indica la existencia de oficio literario y conocimiento de la literatura por parte de los escritores.

Además, como señala Pérez en el “Prólogo”, los cuentos ofrecen una diversidad de temas y estilos e in intentan diversos enfoques, desde la fábula, en “La puerta es demasiado pequeña” de Zayra Pérez Zumbado, hasta la prosa lírica de orientación metafórica en el cuidado texto de Rosa Cheng Lo “Una flor en Kabul”.

Una nueva generación

Los autores antologados son: Guillermo Barquero, Rosa Cheng Lo, Rudy Chinchilla, Luis Hernández Dorado, Zaira Pérez Zumbado, Warren Ulloa Argüello y Juan Luis Venegas Murillo. De estos siete autores, cinco se sitúan en la generación posterior a la llamada “del desencanto” o de los “huérfanos”, constituida entre otros, como se sabe, por Carlos Cortés, Rodrigo Soto, Fernando Contreras, Rodolfo Arias y Anacristina Rossi.

Sin embargo, la presente selección no es lo suficientemente amplia para reconocer con claridad tendencias de grupo de esta nueva generación. Además, la variedad mencionada de temas, enfoques y estilos hace más difícil cualquier definición. Más adelante, habrá que tomar distancia y reflexionar acerca de los hechos culturales comunes, las influencias literarias y los acontecimientos más importantes que puedan estar marcando la experiencia vital de estos autores.

Puede resultar útil recordar que la narrativa de la recién mencionada generación de los huérfanos, escritores nacidos entre 1950 y 1964, se despliega en el espacio de la ciudad como un ámbito envolvente y despiadado, nocturno, una imagen de la urbe que se sustenta en los grandes arquetipos de la mitología y la literatura universal, como el del descenso al Hades.

En el espacio citadino descrito deambulan personajes caracterizados sobre todo por un rasgo, la orfandad, entendida como condición existencial profunda. Por un lado, todos padecen y asumen su soledad, por otro, estos personajes son “huérfanos de padre” porque de su mundo han desaparecido los valores, la confianza en un orden sustentado en la razón. Los huérfanos recorren sin rumbo la ciudad oscura, que es una especie de matriz indiferenciada. A veces, sin embargo, buscan algo, una identidad personal, o a la figura del padre ausente. Pueden también seguir a la Mujer, a la Amada, siempre inalcanzable para ellos.

Si ponemos estos rasgos de la narrativa anterior como fondo para comprender mejor a los jóvenes escritores que nos ocupan hoy, vemos que el paisaje oscuro descrito asoma en algunos de los cuentos de la antología, por ejemplo en “Claudia” de Luis Hernández Dorado y hasta cierto punto en “Un solitario callejón” de Rudy Chinchilla.

No obstante, la actitud de los personajes de estos cuentos difiere bastante de la descrita: no se trata de personajes que deambulen sin rumbo por la urbe. Tampoco se observa la tendencia a percibir el mundo como una realidad tediosa y uniforme, en la cual las relaciones humanas vegetan en la apatía y el letargo.

Por el contrario, las relaciones interpersonales y eróticas se desarrollan con facilidad y no se niega la posibilidad de la comunicación. A diferencia de lo que sucede con los personajes en autores de la generación precedente, las acciones no están condenadas al desencuentro erótico y la pasividad. Desaparece entonces la idea de un mundo gris, sin interés, idéntico a sí mismo y, sobre todo, carente de pasiones, casi robotizado, desprovisto de densidad.

Ahora bien, no hay que entender lo anterior como una manifestación romántica de parte de los escritores de la antología. Si bien los personajes parecen más sólidamente instalados en el mundo, sus relaciones con el entorno y con los otros están marcadas por la ironía y el egocentrismo o desembocan en la náusea y la burla. Esta actitud se percibe claramente en “Fábula de pequeñas tentaciones”, de Guillermo Barquero, cuento que reelabora ingeniosamente el viejo motivo del doble.

Si en algunos de los escritores anteriores el letargo era un intento de prolongar la adolescencia y detener el paso del tiempo, los nuevos personajes parecen decididos a vivir, como sucede tal vez en “Un solitario callejón” de Chinchilla, donde el desdoblamiento de los personajes matiza el efecto pesimista del logrado final. Ahí, el encuentro amoroso, supuesta fusión entre dos individuos, genera un doble movimiento contrario de separación: hacia adentro y hacia arriba, hacia la luz, ella; hacia fuera, hacia delante y hacia la oscuridad, él.

Ruptura de límites

Un rasgo que llama la atención en los cuentos es la disolución de los límites entre vida y literatura, que toma cuerpo a veces en la coexistencia de mundos superpuestos. Aunque se trata de un tópico muy antiguo, un referente generacional cercano son películas como Matrix, que plantean la posibilidad de deslizarse entre los diversos planos de la realidad.

Varios cuentos se refieren a este tránsito, a la “tensión entre lo real y lo irreal” como dice el comentario de Danilo Pérez. Por ejemplo, los de Warren Ulloa, sobre todo “Diminutas gotas blancas” y “Como nidos de oropéndolas”; el tercer cuento de este autor, “39º C”, en cierto modo juega con los límites también, al plantear un inusitado paralelismo entre el personaje y la película que está viendo. Asimismo, Luis Hernández Dorado se aventura a enredar atinadamente los contornos de la realidad y la literatura en “El espesor de Fernando” y en “Salí a buscarla con la palabra”.

Un mundo sin fronteras

Si bien, como se dijo, la temática de los cuentos y el estilo empleado son muy diversos, impresiona, junto con la calidad literaria mencionada, el carácter universal que poseen los relatos, lo que muestra una superación de cualquier tipo de regionalismo. Se trata, efectivamente, de una generación formada en el mundo sin fronteras de la Internet.

Señalo, de paso, que considero importante estudiar alguna vez el impacto que las nuevas tecnologías de la comunicación tienen en esta generación de escritores, pues la Internet no sólo es un vehículo privilegiado que los pone en contacto entre sí y con colegas de otros países sino que propicia también una manera determinada de percibir la realidad que cuestiona las evidencias y certezas de las generaciones anteriores.

En todo caso, como apunté, estos escritores, al igual que los precedentes, van más allá de la propuesta costumbrista o regionalista. Incluso, no tienen interés en la denuncia social o política que interesa a algunos de los “huérfanos” ni en los temas de identidad nacional o generacional como sucedía con la generación de ALCOA.Estos temas aparecen, digamos, ocultos en textos como “Una flor en Kabul”, de Rosa Cheng Lo, que construye una cerrada metáfora del poder y la resistencia que trasciende las situaciones concretas.

Los “tonos costumbristas y románticos” que el compilador señala en “Kabata”, de Rudy Chinchilla y la tentación sentimental, se superan mediante el recurso de la ironía.
Cuentos como “Viaje interrumpido” de Zaira Pérez Zumbado, cercano a la realidad cotidiana de los grupos desposeídos, escapa del referencialismo y el tono de denuncia gracias a la fuerza de las imágenes y la economía expresiva.

“La niebla y la infancia se la llevaron”, de Juan Luis Venegas, logra, a partir de datos contextuales muy precisos, una historia de iniciación totalmente vigente y que se escapa entonces de los referentes espaciales y temporales concretos, que adquieren un carácter casi simbólico gracias a la oposición nostálgica entre pasado y presente.

No resta más que felicitar a los integrantes del taller por su logrado esfuerzo. No me cabe duda de que este libro es un paso importante en un largo camino que se abre ante ellos. En sus manos está seguir transitándolo con esfuerzo, lectura y trabajo literario, las claves que alejan del conformismo y propician la superación y la permanencia en el mundo de las letras.

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